Hace mucho tiempo me contaron la historia de un hombre en la India, quien solamente podía asistir a una iglesia que se encontraba a muchos kilómetros de distancia de donde vivía, porque era la única y, como no había transporte en su pueblo, todos los domingos desde la madrugada empezaban a caminar con su familia rumbo a la iglesia. En su hombro cargaba una barca para poder cruzar un gran río y, finalmente, llegar a su destino después de seis horas de esfuerzo. El pastor del lugar los esperaba entusiasmado, y después de dos horas de alabar a Dios, cuando debían partir de retorno a sus hogares, este hombre lloraba y decía: “yo no me quiero ir, he venido de tan lejos por aprender ¡Por favor! hagamos una vigilia” Y fue así como en ese lugar las vigilias se hicieron conocer y las personas llegaban desde lejos para quedarse a honrar a Dios. Ve y di a Jeroboam: Así dijo Jehová Dios de Israel: Por cuanto yo te levanté de en medio del pueblo, y te hice príncipe sobre mi pueblo Israel, y rompí el reino de la casa de David y te lo entregué a ti; y tú no has sido como David mi siervo, que guardó mis mandamientos y anduvo en pos de mí con todo su corazón, haciendo solamente lo recto delante de mis ojos. 1 Reyes 14:7-8 Te comparto esta historia porque un día el Señor nos va a confrontar como lo hizo con el rey Jeroboam. Dios lo compara con David y le hace un reclamo, Él le dio muchos beneficios pero el rey no le correspondió. Reflexionemos, si Dios nos llegara a comparar con este humilde hombre de la historia ¿cómo quedaríamos? ¿Imaginas cuán duro sería si en este momento se presenta Dios y te dice: “Yo salve tu vida, te levante del polvo y te di un valor incalculable, pero tú no has sido como este varón que ha amado mi palabra, que se ha sacrificado por mí de todo su corazón y solamente ha procurado alabarme”? En varios aspectos podemos darnos cuenta del amor que esta persona tenía por el Señor: llegar a la iglesia de un lugar tan lejano ¿Cuántos han dejado de asistir por la distancia?; él quería quedarse a aprender más, pero ¿Cuántos se fijan constantemente la hora esperando que la reunión termine?; para pasar el río llevando en sus hombros el peso de su barca durante su caminata, seguramente llegaba cansado pero con entusiasmo de alabar a Dios ¿Cuántos ni siquiera aplauden o cantan al Señor supuestamente porque están cansados? Si reflexionas acerca de esas preguntas y crees que te sentirías pequeño a lado del hombre de la historia, tienes que saber que no es tarde para cambiar. Es tiempo de corresponder ese amor tan grande que el Señor te dio, porque Dios hizo mucho, la pregunta es ¿qué estamos haciendo nosotros? ¡Ama al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, mente y con todas tus fuerzas!
MIRA NUESTRA ACTIVIDAD EN LAS REDES SOCIALES