Hace unos días mi padre recibió una llamada telefónica de un amigo que no veía por mucho tiempo, ellos se conocían desde su juventud, por tanto, mi papá fue testigo de la entrega genuina que su amigo tuvo a Cristo y menciona que siempre estaba con gozo, y le gustaba apoyar al que necesitaba; incluso mi padre recibió ayuda en el momento más difícil de su vida.
Después de colgar el teléfono mi padre estaba contento porque se encontraría con su amigo, comentaba a todos los que estábamos presentes que por esa simple llamada la bendición había llegado y que le iría bien en todo. Aunque parece ser gracioso, me impacto la forma en la que mi papá percibía a su amigo, es decir, como si lo hubiera llamado un ángel o Dios mismo.
La realidad es que todos somos un pedacito de Dios, por lo que las personas deberían sentirse bendecidas con nuestra presencia, con gozo y paz ¿Cómo sucede en tu caso?
“El deseo de los justos es solamente el bien; Mas la esperanza de los impíos es el enojo.” Proverbios 11:23 (RVR1960)
El hijo de Dios debe tener una característica esencial que es “desear el bien”, ser una bendición para aquellos que nos rodean, para nuestros amigos, familiares, e incluso para aquellos que no nos conocen, porque de esta manera estaremos actuando como Jesús.
¿Cómo te conocen las personas que te rodean? Los hijos deben parecerse a sus padres ¿La gente podría decir que tú eres una bendición para sus vidas? Si tus respuestas son negativas te animo a cambiar tu vida y tomar la decisión de seguir los pasos de Jesús.
¡Recuerda que somos representantes de Dios aquí en la tierra!
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