Hay cosas que para nuestra humanidad son difíciles de comprender, cosas que resultan un misterio. Eso mismo sucede cuando nos hablan de un amor tan grande que no tiene cómo ser medido: El amor de Dios.
Un joven seminarista se presentó ante el Director, un teólogo muy reconocido, para preguntarle:
El muchacho, molesto, creyendo que su profesor le quería señalar como falto de inteligencia, protestó:
El amor de Dios es un amor único, inigualable y que no puede ser medido. Resulta incomprensible para nuestra mente cómo Dios pudo amarnos tanto que dio a su único Hijo como sacrificio para perdonar nuestros pecados.
Dios es tan rico en gracia y bondad que compró nuestra libertad con la sangre de su Hijo y perdonó nuestros pecados.
Efesios 1:7 (NTV)
Ese es el misterio de la redención, un acto que encierra tanto amor por la humanidad, a pesar de nuestras faltas y errores.
El mayor error de todos los humanos es querer encerrar la inmensidad de Dios en nuestro entendimiento finito, Él no está limitado a nuestra mente. Por eso, más que querer entenderlo todo, debemos vivir una verdadera relación con el Señor, buscar conocerlo cada día un poco más.
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