No sirve de nada que nos desvivamos en la iglesia si es que todo se reduce a cumplir con actividades, por mucho que nos esforcemos, si no es de corazón, no se escuchará nuestra voz.
Se cuenta de un pastor que soñó que iba a la iglesia con un ángel como mentor y guía. Cada uno de los bancos de la iglesia estaba lleno, pero pasaba algo raro.
El organista movía los dedos y pulsaba las teclas del órgano, pero no se oía ninguna música. El coro se levantó para cantar; los labios se movían pero no se escuchaba nada. El pastor subió al púlpito para leer las escrituras, pero ningún sonido alteró el silencio.
La congregación parecía articular una oración, pero no se oía nada. El pastor subió otra vez al púlpito e hizo todos los ademanes de uno que predica el sermón, pero el acompañante del ángel no oía nada. Así que, por fin, el hombre se volvió y le preguntó al ángel:
Y mientras hablaba el ángel, oyeron a un niño en la última fila de los bancos diciendo: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…»
A veces nos afanamos por servir en la iglesia o asistir a las reuniones y no está mal, pero si se convierte en una tarea más o si es parte de nuestra rutina, corremos el peligro de que sea solamente una actividad y no pondremos el corazón en lo que hacemos.
Si estamos pretendiendo una relación real con Dios, debemos ser intencionales y poner el corazón en lo que hacemos y decimos.
Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme.
Jeremías 29:13 (NTV).
Todo lo que hagamos debe estar hecho de corazón, sobre todo si se trata de nuestra relación con Dios.
Deja la rutina de lado y empieza a buscar una relación sincera con el Señor.
Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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