Desde tiempos inmemorables los espejos fueron utilizados como utensilios de tocador. Sabemos esto porque los arqueólogos han encontrado varias pruebas de ello, incluso la Biblia los menciona como parte de la fuente de metal que estaba a la entrada del Tabernáculo de la Reunión. Recordemos que los sacerdotes en aquella época debían entrar totalmente limpios de espíritu y de cuerpo a quemar la ofrenda para el perdón de los pecados. Para ellos se puso un espejo para que cada uno pudiera ver sus imperfecciones y limpiarse, Éxodo 38:7-9 y Éxodo 30:18. La historia no nos dice quiénes fueron los que lo inventaron, pero hoy en día es considerado un utensilio muy necesario. Cualquier persona antes de salir de su hogar suele ver su reflejo para asear y arreglar cualquier aspecto que considere desalineado en sí mismo. Además hoy son muy usados no sólo como enceres de baño o de habitación, sino también como objetos decorativos en edificios y estructuras públicas. A través de los años han sido muy bien explotados por los arquitectos, decoradores de interiores, modistas, etc. Santiago 1:22-23 dice: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porqué si alguno es oidor de la palabra de pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que en consideración sin espejo su rostro natural”. Versión Reina-Valera 1960 Santiago presenta la palabra de Dios como une espejo en el que uno puede reflejarse y ver cómo realmente es. Pero también dice que cuando tenemos conocimiento de lo que dice la Biblia y no la consideramos, entonces somos semejantes a uno que se mira a sí mismo y está muy desarreglado, pero no hace nada al respecto. La palabra de Dios refleja la condición de nuestra alma y espíritu, nos muestra las imperfecciones reales que debemos limpiar con las Sangre de Cristo y presentarnos limpios delante de Él. Hebreos 4:12 "Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que espada de doble filo; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuentas". Una miradita al espejo de nuestras almas todos los días podría limpiarnos de toda imperfección y ayudarnos a santificar nuestras vidas.
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