Cuando David escribió este salmo, todo aparentaba estar bajo control. Los filisteos, sus persistentes enemigos no representaban una amenaza, al menos para este tiempo y hasta Absalón, el hijo que se le había revelado, ya había muerto. David sentía que todo marchaba bien, lo cual lo llevó a afirmar: “En mi prosperidad dije yo: No seré jamás conmovido” (Salmo 30:6). Y sentía el respaldo de Dios en su vida y en todo lo que emprendiera; "Porque tú, Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte.” (V. 7). Sin embargo pareciera esbozar un sentimiento de insatisfacción que nos muestra que no todo era color de rosa en su vida: David dice: “Escondiste tu rostro fui turbado” (v.7). Aquí vemos como David pese a disfrutar de paz y prosperidad no podía estar plenamente feliz debido a que Dios escondió su rostro de Él y esto evidentemente lo tenía mal. Creo que en esto podemos ver algo de ese corazón conforme al corazón de Dios del que nos habla la Biblia. David quería agradar al Señor con toda su vida y para él esto era tan importante que nada de lo que tenía o había conseguido tenía sentido si Dios apartaba su rostro de él.
Pero, ¿Cuál habrá sido la causa por la que Dios apartó su rostro?. Quizás David se enamoró de la prosperidad y de ese tiempo de calma y bienestar pudiendo haber quitado el enfoque en Dios para ponerlo en las riquezas. O también es posible que, por sus muchas ocupaciones o simplemente por relajarse ante un entorno que en ese momento le era favorable, haya descuidado su relación con Dios y ya no lo buscaba tanto como antes. De todas maneras, David, pese a tenerlo todo se encontraba turbado y en esto nos da un verdadero ejemplo de un siervo de Dios. Entonces clamó y suplicó a Jehová (V. 8) pidiendo misericordia (v. 10). Entonces Dios cambia su lamento en baile, quita su aflicción y le devuelve el gozo por eso David quiere agradecer a Dios por todas sus maravillas, alabarle y darle gloria, por siempre.
A menudo nos pasa, que en los tiempos en que todo parece tranquilo y los problemas que nos acosaban pasan a ser simplemente un mal recuerdo, nos relajamos pensando que nos podremos quedar en ese estado para siempre. Nos sentimos bien, disfrutando de la última victoria en el Señor, pero quizás corremos el riesgo de enamorarnos de ella y sacar la mirada del dador de la bendición. Entonces muy pronto desaparece ese fervor que caracterizaba nuestras oraciones cuando estábamos en medio de problemas y todo se va haciendo más superficial. Pareciera que el mismo David experimentó esta clase de dificultades. Aunque todo parecía estar bien, seguramente él sentía que algo faltaba lo cual no le permitía disfrutar plenamente. Entonces clamó a Dios por su misericordia y Él le restauró el gozo.
Si tu vida espiritual se ha vuelto rutinaria, si te encuentras pasando esos momentos donde como respuesta a tus oraciones solo encuentras el silencio de Dios, clama una vez más como lo hizo David y con todo tu corazón para que seas completamente restaurado.
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