Puede que creas que para vivir como un hijo de Dios necesitas ser perfecto, sin ningún error ni pecado; sin embargo, necesitamos del Espíritu Santo, sin él somos solo religiosos queriendo agradar a Dios con nuestras propias fuerzas.
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Romanos 8:16 (RVR 1960)
El Espíritu Santo, es nuestro sello de propiedad que Dios nos pone cuando nos arrepentimos de nuestro pecados y aceptamos a Jesús como nuestro Salvador. Él hace nuestra vida diferente porque es la promesa que Jesús nos dejó para que nos ayude aquí en la tierra.
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Juan 7:37-39 (RVR 1960)
Un guía es quien va por delante mostrando el camino, porque conoce por dónde debemos ir; así mismo en todo el andar de la vida tenemos al Espíritu Santo, un guía insuperable.
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Romanos 8:14-15 (RVR 1960)
No debemos dudar que contamos con Él para vivir como hijos de Dios, porque en cada paso que demos, si buscamos y seguimos su guía, nuestro andar será seguro.
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