Una señora de muy buena apariencia subió a un autobús, con mirada firme observó si había un asiento libre y encontró un lugar a lado de una mujer humilde, quien claramente se distinguía por su cabello desarreglado. Esta señora buena moza, al tomar asiento, la miró de reojo y exclamó: “Bueno sería que por lo menos se recogiera bien el pelo” A lo que la humilde mujer respondió: “También sería bueno quitarse los ruleros antes de dejar el espejo” ya que ella había notado que a pesar de la buena presencia de esta dama algo colgaba en su cabello. Es muy fácil criticar las decisiones, las apariencias o los gustos de los demás sin percatarnos que al juzgar a los demás nos condenamos a nosotros mismos. Claro que es más fácil ver las equivocaciones de otros que reconocer las nuestras y hacer algo por ellos e incluso solemos tropezar en los mismos errores. En vez de juzgar o criticar, deberíamos involucrarnos y ayudar si alguien está con actitudes autodestructivas y, si no es posible, entonces orar por ellos pues Dios, quien es Omnipresente, puede hacer mejor obra que la nuestra. Si por alguna razón has juzgado a alguien, por más que esté equivocado, te animo a que ores por su vida, así aportarás con bien y no con mal para un mejor futuro para esta persona. Considera Mateo 7:2 que dice: “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.” Dile adiós a la crítica y dale la bienvenida a la oración.
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