El amor es el motor de muchas de cosas que realizamos o por lo menos así debiera ser. Constituye la base primordial en la que debe fundamentarse una relación y frecuentemente ha sido el tema principal que ha inspirado muchas canciones, películas y libros.
Por algo el Señor nos dio un mandamiento principal: amar a Dios sobre todas las cosas y otro semejante al primero: que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos.
La Biblia nos da la pauta que el amor permanece para siempre, dice 1ra Corintios 13:13 “Tres cosas durarán para siempre: la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de las tres es el amor”.
Aún si hicieras cosas muy buenas, como dar todo tu dinero a los pobres, o hacer obras grandiosas, pero lo que te motiva no es el amor sino el satisfacer tu propio ego, si fuera así, todo esto no te serviría de nada.
¿Se ha perdido el amor? ¿Será que ha cambiado? Pienso que no, los que hemos cambiado somos nosotros, al punto que lo hemos adaptado a nuestro propio interés y conveniencia.
Apocalipsis 2:4 dice “Pero tengo una queja en tu contra. ¡No me amas a mí ni se aman entre ustedes como al principio!” Es un gran llamado de atención, a los que han desviado su mirada de lo importante, quizás hacen muchas cosas, pero han descuidado lo fundamental que es el amor a Dios y al prójimo.
Dios quiere corazones íntegros, fieles, llenos de amor. Es imposible agradar a Dios haciendo obras carentes de amor. Él conoce perfectamente las más profundas intenciones de nuestro corazón. En el mismo sentido clamaba el rey David: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos.” Salmos 139:23
Debemos evaluarnos a diario para no caer en la rutina que nos lleve al enfriamiento. Dios nos ama intensamente con amor perfecto, pero nuestros actos, ¿expresan amor a Él?
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13:35
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