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Cuando Camila contempló por primera vez los ojos de su bebé, vio esperanza. Tres meses antes advirtió el horror en los de su esposo. La nueva vida le trajo certidumbre. Ella y su niño derrotaron el virus, en medio del dolor.
La enfermera dio a luz en plena pandemia. Superó la Covid-19 mientras su nene se formaba en el vientre. Su hijo nació en medio del colapso y una curva ascendente de contagios en Trinidad. Había cumplido los cinco meses y medio de gestación en el momento que le confirmaron que su marido tenía el virus. Acostumbrada a dar consuelo, la beniana no hallaba alivio.
“Ella llevó el coronavirus a su casa. Lamentablemente, su esposo murió a causa de la Covid; pero ella pudo sobrevivir y el bebé también. Gracias a Dios nació bien”, detalló Bolivia Stroebel, una enfermera de Beni.
A Camila, la Covid-19 le quitó a su esposo, pero no su esperanza. “El hombre murió cuando el bebé tenía seis meses en el vientre de la madre. Él entró a terapia intensiva del hospital Germán Busch y no sobrevivió. Por su hijo, ella se recuperó. Es su primer niño”, reforzó Stroebel.
“Como mujeres fuimos muy dañadas, especialmente las trabajadoras de la salud”, protestó Bolivia. Los argumentos la superaron. “Una colega perdió a su bebé. Llegó con síntomas de la Covid-19, fue internada y minutos después su niño murió. Otra, en la misma situación, logró tener a su bebé, pero con tres malformaciones. El bebé estuvo dos días vivo y después perdió la vida”, detalló con voz quebrada.
En el Estado Plurinacional, aproximadamente 80.000 niñas y niños nacieron durante la pandemia. Sus alumbramientos se dieron en confinamiento, hospitales colapsados y riesgo de contagio.
Partos en el colapso
¡Auxilioooo! se escuchó. El grito de un hombre la perturbó. Abrió la puerta de su casa y vio una escena que la impactó. Dentro de un vehículo apareció la mano de un bebé entre las piernas de una mujer que apenas balbuceaba. “A mi casa llegó una madre con el bebé que ya estaba naciendo”, contó Ana Choque, quien salvó la vida de ambos. En medio de hospitales colapsados por la Covid-19, ella sembró ilusión.
“He tenido que atender hasta en la misma movilidad, fueron tres partos, en la puerta de mi casa”, relató Choque. Muchas veces llegó al llanto. La desesperación de la gente la conmovió. “Llegaban desesperados después de haber dado vueltas por los hospitales. En ese trayecto se les salió la manito, el piecito, la cabecita… Fue muy duro”, se lamentó. Entre sollozos continuó: “Como madre yo sufrí al ver el sufrimiento de las mujeres, pero gracias a Dios todos los bebés nacieron sanos”.
Ana Choque es partera desde hace casi 42 años. Aprendió de su abuela. A los 59 años entendió que su función era especial. “Los médicos del Sedes me hacían pruebas de coronavirus y me pedían que siga trabajando porque mi trabajo era importante”.
Aunque perdió la cuenta de los casos que atendió, ella calcula que fueron 10 por día. “Incluso atendí a extranjeras porque no había tención en los hospitales y centros de salud que estaban cerrados o sólo atendían el coronavirus”, resaltó la nacida en la provincia Loayza, que hizo “tener normal a las que tenían que dar a luz por cesárea”.
Parto humanizado
Aunque Fátima ya tenía seis hijos, con el séptimo vivió su mejor experiencia. Dio a luz en su casa. El miedo al contagio en los hospitales le ayudó a tomar “la mejor decisión” de su vida.
“Tuvo a su séptimo hijo en la casa. Los otros seis nacieron en el hospital. Le gustó más la experiencia. Era a causa de la pandemia. Se recuperó más rápido y ella estaba feliz”, contó Lina Svenzem, una sueca que reside desde hace ocho años en el país. Atiende partos a domicilio.
Fátima tuvo a su bebé en la semana 42. “Había miedo porque fuera muy grande. Fue un varón al que le pusieron el nombre de Julio”, comentó la europea que enfrenta su propia lucha. “Quiero aportar en algo porque veo que en Bolivia hay mucha violencia y mucho abuso con los partos”, identificó. “Es positivo que hayan aumentado los partos en casa y ahora hay más interés”, celebró la mujer de 57 años que en estos meses de la crisis sanitaria vio nacer a 15 bebés.
En perfecto español, Svenzem narró su experiencia. “Lo complicado fue que la gente que llama a las parteras a causa del miedo de ir al hospital y contagiarse, no está bien preparada para el parto en casa. Psicológicamente es difícil. Por eso algunos partos terminaron en el hospital”.
La llegada de la pandemia a Bolivia redujo las actividades de los centros de salud. La prioridad eran los enfermos con el virus. Para Lina, “es importante que haya la oportunidad de que las mujeres tengan sus hijos en casa. Tiene muchos beneficios. Las mujeres y los niños se recuperan rápido. El apego y la relación madre-hijo es enseguida. Los bebés son más tranquilos cuando nacen en casa”.
En el país hay 359 parteras registradas, según la dirección nacional de medicina tradicional, pero se calcula que al menos unas 800 practican el oficio.
“Yo atendí unos 20 partos en estos meses”, comentó Valentina Ticona. Lleva 30 de sus 52 años en esa ocupación y nunca sintió tanto temor. “Tuve mucho miedo, pero así mismo iba porque me llamaban”, reconoció. “Pero antes de salir a trabajar tomo wira wira, eucalipto y con eso estoy tranquila”, explicó la mujer que tuvo a sus cuatro hijos en su casa. Eso aprendió de su madre.
Desde niña, Valentina Ticona veía cómo sus hermanos menores llegaban al mundo. “Miraba a mi madre al tener sus hijos y luego cómo atendía a mis hermanas y a mis otros familiares. Yo he visto todo y ahí aprendí a ser partera”, detalló.
Un aguayo, toallas calientes y una cama adecuada son sus requerimientos. “Las mamás tenían mucho miedo al coronavirus, pero no he tenido problemas”, concluyó una de las parteras que vio nacer la esperanza.
Lo que la Covid-19 le quitó y enseñó a Mariana
Dejó de sentir las pataditas en su vientre. Intuyó lo peor. En medio de la cuarentena estricta, Mariana se angustió. Tenía ocho meses de gestación y sabía que conseguir un hospital era una misión imposible. En un sistema sanitario colapsado, estaba preparada para sufrir.
Sus suegros y su esposo tenían coronavirus. Era mitad de año. “Yo no sentía nada, pero estaba como enfermera, haciendo la comida y los jarabes. Los estaba atendiendo”, recordó la mujer de 26 años. Pero no se podía esperar más.
“Como no sentía las pataditas de mi wawa, fuimos a buscar un ecografista. Nos quería cobrar 100 dólares. Después de buscar encontramos otro que nos cobró 400 bolivianos”, detalló la joven que nunca olvidará las palabras del especialista que la atendió: “La semana pasada vino una señora que tenía Covid y perdió a su bebé”. Segundos después le confirmó la peor noticia. “No hay latidos. Usted ha debido tener coronavirus”.
Mientras Mariana intentaba reaccionar, sintió un líquido en todo el cuerpo. “El ecografista nos roció alcohol por todo lado a mí y a mi esposo. ‘No les ayudaré’, nos dijo”.
La segunda parte de su pesadilla estaba por comenzar. “No recuerdo más. Fuimos a buscar clínicas y un ginecólogo para que me saque al bebé muerto. No había nadie. Todos nos decían que estaban aislados. En todas partes, los precios de los partos, lo que era 3.000 boliviano, aumentó a 7.000 y 12.000. Todos nos pedían pruebas y me advertían que si tenía Covid no me atenderían”.
Fue al Hospital de la Mujer y ahí vio “escenas terribles. Muchas mujeres lloraban en los pasillos porque no eran atendidas”. Parecía una pesadilla.
Después de súplicas y “ruegos a Dios”, Mariana encontró un médico que la ayudó.
“Fue horrible. En fin... pasó ese momento. Pero todo fue un caos. Yo no recuerdo mucho y me contaron que fue terrible encontrar un lugar dónde enterrar a la wawita. No había ni un espacio chiquito”, se lamentó. Días después, mientras intentaba superar su dolor, Mariana y su familia decidieron hacerse la prueba de la Covid-19.
“Mi papá también se enfermó. Varios de sus compañeros murieron. Él trabajaba en un ministerio y me envió un doctor que nos hizo la prueba a todos, en mi casa. Todos salimos positivos”.
Sin derramar una lágrima, reflexionó: “El colapso nos hizo mucho mal. El miedo también. Vi cómo varios amigos se pusieron mal por el miedo a morirse, incluso hubo gente que falleció por tristeza. Lo que le pido a la gente es que alimentemos la sabiduría en nuestro cuerpo”.
Opción
Doulas Kawsay, un equipo de parteras
La sueca Lina Svenzem es parte de Doulas Kawsay, un grupo integrado por mujeres que tienen el oficio de parteras. Buscan incentivar el nacimiento humanizado en el hogar. 73501502 es el número de contacto de la europea.
Nacimientos
El minuto de oro en tiempos de la Covid
“Recibí a niños que estaban agonizando”, contó Ana Choque, la partera que durante la cuarentena vio nacer a más de un centenar de bebés. “El minuto de oro es clave, tenía que hacerles recuperar para que no tengan problemas”, explicó.
partera
Valentina Ticona, una de las heroínas
“La gente me agradecía llorando. No encontraban hospitales y me llamaban para que les ayude”, resaltó Valentina Ticona, originaria de la provincia Omasuyos. Las personas que necesitan su ayuda pueden comunicarse al 77758017.
Área rural
Con instrucciones para los padres
Las parteras se daban modos para ayudar a las mujeres gestantes en el área rural. Debido a que estaba prohibido viajar, las matronas hablaban por celular con los maridos para darles las indicaciones de cómo recibir al bebé.
Santino
El milagro de nacer en plena pandemia
Santino vio la luz del mundo en abril, en plena cuarentena y por medio de una cesárea. Sólo su padre y madre acompañaron su llegada. Fue un milagro para sus papás, que luego de cinco años de tratamientos finalmente lo tuvieron en brazos.
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