Pasamos de ser criaturas creadas por Dios a ser hijos por la obra redentora de Cristo, nuestra vida no se limita a la tierra o a lo que puede pasar en ella. Va más allá, y se concentra en lo espiritual y eterno.
Cuando nos vemos envueltos solo en la rutina, y aunque eso no es malo, nos concentramos más en lo terrenal, en trabajar, pagar deudas, salud, comer, dormir, etc. Aunque todo esto es parte de la vida, no es lo primordial.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Colosenses 3:2 (RVR 1960).
Debemos vivir como hijos de Dios. Tal identidad se va formando gradualmente cuando pasamos más tiempo con Él, en obediencia, relación estrecha y honra. No necesariamente debemos estar aislados de los demás para ello, sino que Él debe formar parte de todo lo que hagamos.
Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
1 Corintios 10:31 (RVR 1960).
Si en algún momento olvidamos que somos hijos de Dios, por cualquier circunstancia debemos renovarnos, recordar de dónde fuimos rescatados, quiénes somos en Cristo y hacia dónde es nuestro destino.
Evitemos el concentrarnos solo en las cosas de este mundo sin antes afirmarnos en las bendiciones espirituales y diarias que Dios nos da.
Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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