Muchos soñamos siempre con tener más de lo que tenemos, lograr más de lo que hemos logrado. Y mientras no se convierta en una obsesión, ni nos lleve a gastos innecesarios o deudas interminables, podemos soñar. Pero no olvidemos que Dios nos ha provisto de lo que necesitamos.
Debemos estar claros en que existe la provisión divina, teniendo la convicción de que Dios cubre nuestras necesidades y nos da consuelo y fortaleza. Llegamos al mundo sin nada y nos vamos de la misma manera, por tanto, dejemos de desear tenerlo todo.
Mediante su divino poder, Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para llevar una vida de rectitud. Todo esto lo recibimos al llegar a conocer a aquel que nos llamó por medio de su maravillosa gloria y excelencia;
2 Pedro 1:3 (NVT)
Creer en la provisión divina no se limita a las necesidades materiales, sino que abarca todos los aspectos de nuestra vida. Confiamos en Dios para guiarnos, darnos sabiduría, fortaleza en tiempos de prueba y consuelo en los momentos de dolor. Y encontramos en Dios la fuerza para superar los desafíos.
Orar desempeña un papel fundamental en la búsqueda de la provisión de Dios. Hablamos con Dios para que nos dé dirección, para que intervenga en nuestras vidas, sane a los enfermos y para agradecer. Agradecemos Sus bendiciones. Así, recordamos todo lo que tenemos.
Y este mismo Dios quien me cuida suplirá todo lo que necesiten, de las gloriosas riquezas que nos ha dado por medio de Cristo Jesús.
Filipenses 4:19 (NTV)
Siempre digo que vivir en actitud de agradecimiento nos hace vivir felices. Y es muy cierto, porque estamos fijándonos en todo lo que Dios nos ha dado. Tenemos vida, aire, un techo sobre nuestra cabeza, cama sobre la cual descansar, algo de comida en la nevera y despensa.
El hecho de que tenemos agua al abrir la llave en la ducha o lavamanos, ya es algo que debemos agradecer. ¡Somos ricos! Y a medida que pasa el tiempo nos vamos dando cuenta de lo poco que realmente necesitamos para ser felices.
Ese mismo hecho, nos debe invitar a ser generosos y compasivos con los demás. Dios ha sido generoso y compasivo con nosotros. Por eso, debemos sentir la responsabilidad de compartir nuestras bendiciones con quienes tienen menos.
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