Seguramente enfrentaste problemas familiares, laborales, económicos, y no veías la solución hasta que una persona ajena a la situación te mostró mejor el panorama porque su perspectiva desde afuera era mejor que la tuya.
Se cuenta la historia de un hombre que, hace muchos años, durante un verano en Rusia, mientras se encontraba en un día de campo, decidió que iba a cruzar el río Volga nadando.
Cuando había logrado llegar a algo más de la mitad del recorrido, escuchó unas voces desde la lejana torre de control y vigilancia. El hombre, al no ser del lugar y no entender el ruso, continuó con su travesía.
A los pocos minutos se le acercó una lancha y el hombre entendió, por los gestos de los tripulantes, que lo invitaban a subir. Pero él se resistió y les dijo en inglés, castellano y como podía, que lo dejaran, que no necesitaba ayuda para llegar a la otra orilla.
Después de seguir sin entenderse, desde la lancha le lanzaron un salvavidas pero el hombre seguía rechazando la ayuda e intentando nadar hacia la orilla. Finalmente uno de los tripulantes de la embarcación se lanzó al agua y lo forzó a que subiera a la lancha.
Una vez en la lancha, el hombre tuvo que aguatar las amonestaciones de aquellos tres tripulantes que se encontraban furiosos.
Cuando llegaron al puerto de socorro lo esperaban sus amigos con los que estaba competiendo ese día de campo. Ellos le explicaron que en su lenta travesía, la corriente lo había arrastrado como un kilómetro río abajo, y cerca se hallaba un giro del curso en la corriente que produce unos remolinos de los que nadie podría salvarse. Por esto es que los tres hombres fueron a salvarlo.
El hombre solamente pudo darse cuenta de que estaba perdido cuando fue salvado, y solamente pudieron salvarlo cuando otro hombre se metió en la misma corriente peligrosa donde él estaba y lo sacó; no por haberlo pedido, sino porque ellos se dieron cuenta del peligro que corría.
A todos nos ha pasado que cuando estamos en medio de un problema no vemos el panorama completo y por eso, muchas veces, lejos de salir de los problemas, nos hundimos más.
Esto pasa con todo, incluso con la salvación. Muchos no sabíamos que necesitábamos a Dios ni lo perdidos que andábamos, hasta que alguien nos mostró la salvación y entendimos el precioso e inmerecido regalo que Él preparó para nosotros.
Pues ustedes saben que Dios pagó un rescate para salvarlos de la vida vacía que heredaron de sus antepasados. No fue pagado con oro ni plata, los cuales pierden su valor, sino que fue con la preciosa sangre de Cristo, el Cordero de Dios, que no tiene pecado ni mancha.
1 Pedro 1:18,19 (NTV)
Si tienes amigos, vecinos, compañeros de trabajo o familia que todavía no cree en el Señor, piensa en esto, ellos están como el hombre que no entendía del peligro que corría hasta que lo sacaron del río, no ven el peligro ni la necesidad de ser rescatados, pero eso no significa que debas rendirte, sigue peleando por sus vidas.
Y si estás en medio de dificultades, busca consejeros, personas que puedan guiarte desde afuera, que te brinden una nueva perspectiva a tu situación para que puedas salir del problema.
MIRA NUESTRA ACTIVIDAD EN LAS REDES SOCIALES