Cuentan que un pequeño niño indio que se había convertido, dijo en cierta ocasión al misionero que quería trabajar para Jesús. El misionero le respondió:
- No sé qué es lo que podrías hacer, porque eres tan pequeñito.
- Quizás no pueda hacer mucho fuera de aquí, pero sí puedo tocar las campanas para que los fieles vengan al culto y conozcan también a Jesús.
El misionero accedió al pedido del niño y aquel pequeño que empezó tocando las campanas, llegó a ser un gran siervo de Dios en su país.
En ocasiones creemos que para servir al Señor debemos hacer grandes cosas, que si no estamos en el grupo de alabanza o predicando, no será un servicio como tal o que será visto de menos ante los ojos de Dios. Sin embargo, el Señor mira el corazón con el que hacemos las cosas. Todo el servicio que hacemos para Dios es muy valioso si lo realizamos con un corazón humilde.
Es como la parábola que de los tres siervos que se relata en Mateo 25. Después de que el amo regresa y pide cuentas de lo que habían hecho con lo que les dejó, encontramos en el versículo 21 la respuesta que le dio al primero: “El amo lo llenó de elogios. “Bien hecho, mi buen siervo fiel. Has sido fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más responsabilidades. ¡Ven a celebrar conmigo!”. (NTV)
Lo importante es saber administrar lo que Dios nos da, ser fieles en las responsabilidades que tenemos en la obra. El Señor te irá capacitando en las diferentes áreas donde puedas servir, pero debes estar dispuesto a que Dios use tu vida.
No importa qué tarea estés realizando, hazla con fidelidad y responsabilidad y Dios te usará en áreas que quizás nunca pensaste.
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