Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él.
Jueces 16:20 (RVR 1960).
Sansón era un hombre fuerte, el más fuerte de todos los tiempos. Nació durante un tiempo difícil en la historia del pueblo de Israel, porque toda la nación estaba en guerra con los filisteos.
Ante esa situación, el propósito de Dios con la vida de Sansón era usarlo para Su gloria, se transformaría en el libertador de Israel.
De hecho, cuando Dios estaba en la vida de Sansón, su fuerza era inigualable, de tal manera que sus enemigos se asombraban y le tenían mucho miedo. Sin embargo, no supo cuidar, ni valorar lo que Dios le había dado.
El enemigo que tenemos es astuto y sus planes son destruirnos, alejarnos de Dios y llevarnos al infierno. Con Sansón, el enemigo utilizó a una filistea como instrumento para sacarle información acerca de su fuerza, lo que al final terminó con su vida.
A pesar de que Dios le habló en varias oportunidades y de diferentes maneras, Sansón decidió jugar con el pecado, hasta que finalmente vivió en carne propia la consecuencia que lo llevó al fracaso de su ministerio y muerte.
El pecado siempre tiene consecuencias en nuestra relación personal con Dios. Mientras no confesemos y nos apartemos de nuestros pecados, nuestra comunión con Dios estará rota.
Sansón creyó que podía salir como las demás veces, pero no sabia que las cosas ya eran diferentes. «…esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él.»
Lo que le sucedió a Sansón es un ejemplo trágico de descuidar nuestra comunión con Dios y rechazar sus advertencias. Por otro lado, no debemos malinterpretar y pensar que con la misericordia de Dios podemos hacer todo lo que nos plazca. Dios es misericordioso, pero también justo.
¿No se dan cuenta de que su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado por Dios? Ustedes no se pertenecen a sí mismos, porque Dios los compró a un alto precio. Por lo tanto, honren a Dios con su cuerpo.
1 Corintios 6:19-20 (NTV).
La presencia de Dios no puede habitar en un templo contaminado, por lo tanto, examina tu vida, porque separados de Dios nada podemos hacer.
No permitas que la presencia de Dios se aleje de ti, porque el día que la dejes ir, terminará todo. Es hora de que despiertes y disfrutes de la presencia de Dios.
Acérquense a Dios, y Dios se acercará a ustedes. Lávense las manos, pecadores; purifiquen su corazón, porque su lealtad está dividida entre Dios y el mundo.
Santiago 4:8 (NTV).
Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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