Jesús llamó a un niño pequeño y lo puso en medio de ellos. Entonces dijo: Les digo la verdad, a menos que se aparten de sus pecados y se vuelvan como niños, nunca entrarán en el reino del cielo. Así que el que se vuelva tan humilde como este pequeño es el más importante en el reino del cielo. Mateo 18:2-4 (NTV).
Estas palabras de Cristo son en respuesta a la pregunta que le hicieron los discípulos “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” (Mateo 18:1) Al parecer, en la sociedad que vivimos y en nuestra mente está siempre ser el primero, el mayor, el mejor y el más poderoso. Nos han enseñado que el éxito es estar ahí arriba, en la cima. Y no es algo malo ni daña a nadie, pero debemos tener mucho cuidado con la soberbia y el orgullo. Porque pueden afectar nuestra relación con Dios y el verdadero propósito por el cual hemos sido creados.
Una de las etapas más lindas de la vida es la niñez, porque no tenemos demasiadas obligaciones ni preocupaciones y la relación con nuestros padres es muy íntima, dependemos completamente de ellos.
Al leer Mateo 18:3 “Les aseguro que para entrar en el reino de Dios, ustedes tienen que cambiar su manera de vivir y ser como niños”, me pregunté: ¿Por qué Dios nos manda a ser como ellos?, de tal manera que identifique algunas cualidades que tienen:
1) Siempre están alegres.
2) Son agradecidos cuando les das algo pequeño o grande.
3) No mienten, siempre dicen la verdad.
4) Creen todo lo que les dices sin dudar.
5) Les cuentan todo a sus papás porque saben que ellos los ayudarán a solucionarán sus problemas.
6) Respetan a sus padres y hacen todo lo que ellos les dicen porque saben que son las personas que más los aman y en todo momento velarán por su felicidad y bienestar.
7) No tienen vergüenza de expresar lo que piensan y sienten.
Podría enumerar más aspectos pero estos fueron más que suficientes para entender que nuestro Padre Celestial quiere que seamos como los niños por la pureza de su corazón; en ellos no hay maldad, en todo momento irradian alegría, vida, ternura y amor.
Llegué a la conclusión de que Dios anhela tener hijos que siempre estén contentos y sean agradecidos por todo lo que tienen; que sean completamente sinceros y le digan cómo se sienten y qué necesitan; que acudan a Él para que los ayude y los oriente en todo momento; que crean y confíen en Él más que en cualquier otra persona; que obedezcan su Palabra y no duden que cumplirá todas sus promesas; y que no se avergüencen de hablar de Él y de todo lo que hizo en sus vidas.
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