Hay días en que el alma se cansa. Días en que la oración se convierte en suspiro, y el corazón parece quedarse sin fuerzas. En medio de esa fragilidad, la Palabra de Dios se levanta como refugio, como promesa, como exhortación amorosa:
“Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón.” —Salmo 31:24
Este versículo no es solo una invitación a resistir. Es un llamado a respirar con el alma, a tomar aliento no del aire, sino del Dios que renueva las fuerzas del cansado y sostiene al que ya no puede más.
El Salmo 31 no es una canción de victoria. Es un clamor desde la angustia. David, el salmista, se encuentra rodeado de enemigos, atrapado en redes invisibles, consumido por el dolor físico y emocional. Sus palabras resuenan con la crudeza de quien ha tocado fondo:
“Sácame de la red que han escondido para mí…” (v. 4)
“Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo…” (v. 9)
“Mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar…” (v. 10)
“No sea yo avergonzado, oh Jehová, ya que te he invocado…” (v. 17)
¿No son estas las mismas súplicas que brotan de nuestros labios cuando la vida nos aprieta? Cuando sentimos que no hay salida, que la tristeza nos consume, que la fe se debilita…
David no se queda en el lamento. Él decide esperar. Y en esa espera, encuentra aliento.
La palabra hebrea que David usa es amats. No significa simplemente respirar. Significa afirmarse, mantenerse firme, tomar fuerza, estar alerta, avanzar con valor.
Es un aliento que no viene de nosotros… Viene de Dios.
Es el soplo divino que nos levanta cuando todo parece perdido. Es la fuerza que nos permite seguir esperando, no con resignación, sino con expectativa.
David esperaba que Dios fuera su salvación, su guía, su redentor, su protector. Y nosotros también. Porque el Dios que lo sostuvo… es el mismo que hoy te sostiene.
Si hoy estás cansado, si tus fuerzas se han agotado, si tus oraciones parecen no tener respuesta… Toma aliento.
No porque todo esté resuelto, sino porque Dios está contigo.
Afírmate en lo que has creído. Recuerda que la espera en Jehová no es pasiva. Es activa. Es caminar con fe, aunque no veamos aún la respuesta. Es servir, amar, orar… mientras confiamos en que Él obrará.
Hoy, toma aliento. Levanta tu mirada. Y sigue adelante. Porque el Señor es fiel. Y mientras esperas… Él ya está obrando.
Y cuando llegue la respuesta, cuando veas la salvación, cuando sientas que el aire vuelve al alma… recordarás que fue Él quien te sostuvo.
Y tu corazón cantará:
“En ti, oh Jehová, he confiado… tú eres mi Dios.” —Salmo 31:14
MIRA NUESTRA ACTIVIDAD EN LAS REDES SOCIALES