n la vasta narrativa bíblica, hay personajes que brillan por sus hazañas, sus milagros o sus caídas estrepitosas. Pero también existen figuras discretas, casi silenciosas, cuya vida deja una huella profunda por su fidelidad y sabiduría. Uno de ellos es Jotam, rey de Judá, hijo de Uzías. Aunque su historia ocupa apenas unos versículos, su legado espiritual es poderoso: “Jotam se hizo fuerte, porque preparó sus caminos delante de Jehová su Dios” (2 Crónicas 27:6).
Jotam creció bajo la sombra de su padre Uzías, un monarca exitoso en lo militar y lo económico, pero marcado por una caída trágica. Uzías, cegado por el orgullo, intentó ofrecer incienso en el templo, una función exclusiva de los sacerdotes. Su desobediencia le costó caro: fue herido con lepra y vivió aislado hasta su muerte.
Jotam fue testigo de ese juicio. Vio cómo el poder sin reverencia puede destruir. Y decidió no repetir la historia. Antes de asumir el trono, preparó sus caminos delante de Dios. No improvisó su liderazgo. No se dejó llevar por la presión del poder ni por el ejemplo equivocado de su padre. Su fuerza no vino de la espada, sino de la obediencia.
La palabra hebrea usada en el texto es kun, que implica afirmar, enderezar, ordenar, alistar, establecer. Jotam entendió que antes de gobernar a otros, debía gobernar su propio corazón. Y lo hizo alineando su vida con la voluntad de Dios.
Este principio es atemporal. Preparar nuestros caminos no es simplemente planificar el futuro. Es afirmar nuestra vida en Dios antes de que lleguen los desafíos. Es vivir con propósito, con dirección, con comunión constante.
La Biblia menciona que Jotam “edificó la puerta mayor de la casa de Jehová”. Esta puerta era la entrada por donde el rey iba a buscar a Dios. No fue solo una obra arquitectónica, fue un acto espiritual. Jotam literalmente preparó el camino hacia la presencia divina.
Los buenos reyes en la Biblia se destacaban por preservar el templo, restaurar el culto y facilitar el acceso a Dios. Jotam no solo construyó muros… construyó puentes hacia el cielo. Su comunión era diaria. Su dependencia, constante.
¿Y qué ocurrió después? Dios lo hizo fuerte. Le dio sabiduría para edificar ciudades, construir fortalezas y vencer a sus enemigos. Su vida fue bendecida porque su corazón estaba alineado con el cielo. No fue fuerte por estrategia militar ni por alianzas políticas. Fue fuerte porque su vida estaba afirmada en Dios.
Esta fuerza se tradujo en estabilidad, paz y victoria. Y es la misma fuerza que Dios ofrece a quienes deciden preparar sus caminos delante de Él.
Es fácil buscar a Dios cuando todo se complica. Pero Jotam nos enseña que la verdadera fortaleza se construye antes de la tormenta. Preparar el camino no es solo una metáfora. Es una decisión diaria:
Orar antes de actuar
Escuchar antes de hablar
Obedecer antes de exigir
Servir antes de liderar
Cuando el corazón está afirmado en Dios, la vida se convierte en testimonio. No esperes a que la vida te sacuda para buscarlo. Prepárate hoy. Porque como Jotam, tú también puedes ser fuerte… si tus caminos están delante de Jehová.
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