En el libro de 1 Samuel vemos que Ana fue una mujer estéril que derramó su corazón para pedir a Dios un hijo; el no poder ser madre le causaba sufrimiento. Jehová respondió a su anhelo y Ana hizo la promesa de entregárselo a Su servicio.
Cuando fue destetado el niño, lo entregó al sacerdote Eli, tal como se comprometió con Dios. Ana oró y empezó diciendo que su corazón se regocijaba en Él.
Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación.
1 Samuel 2:1 (RVR 1960)
¿Estaba feliz por dejar al hijo que tanto deseo y por el cual oró? Ella no podía contentarse en ese hecho, pero sí pudo gozarse en Jehová. El sacrificio que hizo fue grande; sin embargo, su compromiso y amor por Dios era mayor.
Como Ana, aparentemente podemos no tener razón suficiente para alegrarnos por estar pasando por diferentes circunstancias que traen dolor o desasosiego en nuestro corazón. Sin embargo, podemos regocijarnos en el Señor porque en Él lo tenemos todo.
Ana fue bendecida y su confianza fue recompensada con 5 hijos más. Además, el hijo que entregó a Dios fue el último profeta de Israel y fue quien sucedió al profeta Elí.
Cuando creas que no tienes razón para estar alegre recuerda que el verdadero gozo está en regocijarse en el Señor.
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