“Pedro le respondió: —¡Que tu dinero se destruya junto contigo por pensar que es posible comprar el don de Dios!” (Hechos 8:20 NTV)
Hechos capítulo 8, del verso 9 al 25, relata la historia de Simón, un mago famoso de Samaria que escuchó las buenas nuevas que predicaba Felipe, se bautizó y fue su seguidor; además se menciona que a él le asombraban las señales y milagros que Felipe hacía.
Un día enviaron a Pedro y Juan a Samaria a orar por los nuevos creyentes. Cuando llegaron, impusieron manos para que los nuevos cristianos pudieran recibir la llenura del Espíritu Santo y los creyentes recibieron el poder de lo alto pero Simón, el ex mago, al ver esto deseó ese poder y ofreció dinero a los apóstoles para obtenerlo. Fue un error, mostró que su corazón no era recto, sus pensamientos no eran buenos porque codició el don para fines egoístas. Pedro y Juan le dijeron que se arrepintiera y Simón lo hizo por temor.
Hoy en día podemos ver a gente inescrupulosa enseñando una doctrina equivocada, creen que Dios es su sirviente y que pueden vender milagros, venden sanidades y promesas de prosperidad a la gente.
La Biblia también nos enseña la historia de Giezi, el siervo de Eliseo. Naamán, un general sirio fue a buscar a Eliseo confiando que podía hacer algo con la lepra que tenía; cuando llegó a la vivienda del profeta, Eliseo envió a Giezi a decirle a Naamán que se sumergiera en el río Jordán siete veces. A pesar de dudarlo el general lo hizo y fue sanado, después retornó para honrar a Eliseo con algunos presentes pero el profeta no aceptó las riquezas que le ofreció.
“Después Naamán y todo su grupo regresaron a buscar al hombre de Dios. Se pararon ante él, y Naamán le dijo: —Ahora sé que no hay Dios en todo el mundo, excepto en Israel. Así que le ruego que acepte un regalo de su siervo. Pero Eliseo respondió: Tan cierto como que el Señor vive, a quien yo sirvo, no aceptaré ningún regalo. Aunque Naamán insistió en que aceptara el regalo, Eliseo se negó.” (2 Reyes 5:15-16 NTV)
Giezi codició en su corazón las riquezas que Naamán les ofreció, así que con engaños fue a alcanzar al general y consiguió que éste le diera el doble de lo que le pidió. Giezi retornó a su casa, escondió el tesoro y fue al encuentro de Eliseo quien se dio cuenta de lo que su mal siervo hizo y la lepra de Naamán cayó sobre Giezi; este mal persistiría aún en su descendencia como castigo. Giezi le cobró por el milagro a Naamán, pero la enfermedad fue el interés que adquirió de por vida.
Los dones de Dios se usan para el ministerio y para edificar al pueblo del Señor, no están a la venta, cada creyente los puede recibir gratuitamente y el único precio son las rodillas dobladas de los que buscan al Señor en todo momento.
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