En los momentos más oscuros de la vida, cuando la angustia aprieta el pecho y los pensamientos se vuelven pesados, es común preguntarse si alguien realmente comprende lo que estamos viviendo. Y más aún: ¿puede Dios, el Todopoderoso, sentir lo que yo siento?
La respuesta, sorprendentemente, es sí. Isaías 63:9 nos revela una verdad profunda: “En toda angustia de ellos él fue angustiado…” Este versículo nos muestra que Dios no es un espectador distante. Él se conmueve, se involucra, y sufre con nosotros.
Dios no se angustia por miedo, porque Él lo sabe todo. No se angustia por amenazas, porque nada escapa a su poder. Su angustia nace del amor. Es el dolor de un Padre que ve a sus hijos sufrir.
La palabra hebrea tsará, traducida como “angustia”, significa “aprieto, congoja, estar estrecho”. Es decir, cuando tú te sientes atrapado, sin salida, sin aire… Dios lo siente contigo. Él no observa desde lejos. Él se involucra.
La compasión de Dios no es pasiva. Su naturaleza lo impulsa a actuar. Como una gallina que protege a sus polluelos, Él se apresura a cubrirnos. “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro.” (Salmo 91:4)
Isaías 63:9 continúa diciendo: “…el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad.”
Veamos cada acción:
Nos redimió: Dios nos adoptó como hijos. Ya no somos esclavos del dolor, sino herederos de su consuelo.
Nos trajo: Hasta aquí. Hasta este momento. Aunque no lo veas, Él ha movido personas, circunstancias y caminos para acercarte a su amor.
Nos levantó todos los días: No solo una vez. Cada día. Cada caída. Cada lágrima. Él extiende su mano y te dice: “Levántate, aún no he terminado contigo”.
Una de las preguntas más dolorosas que podemos hacernos es: “¿Dónde está Dios ahora?” La respuesta es sencilla, aunque a veces difícil de aceptar: Él está contigo. Siempre.
Cuando no lo sientes, Él está obrando.
Cuando crees que estás solo, Él está presente.
Cuando piensas que no hay salida, Él ya la ha preparado.
Dios no se aleja en tu angustia. Al contrario, se acerca más.
La angustia de Dios no es debilidad. Es ternura que salva. Es compasión que redime. Es amor que se mueve hacia ti.
Si hoy comenzaste el día con angustia… Si el corazón se te aprieta y los pensamientos se nublan… Recuerda: Dios no está lejos. Él siente contigo. Y más aún… Él actúa.
Respira. Confía. Permite que el Dios que siente contigo… Sea también el Dios que te levanta.
Porque no estás solo. Nunca lo has estado. Y nunca lo estarás.
MIRA NUESTRA ACTIVIDAD EN LAS REDES SOCIALES