En un mundo que cambia constantemente, donde las circunstancias pueden parecer estancadas y los sueños lejanos, hay una promesa que brilla con esperanza: Dios hace cosas nuevas.
Esta verdad no es solo una frase bonita ni una promesa lejana. Es una realidad espiritual que transforma vidas, restaura corazones y abre caminos donde antes solo había desierto.
Isaías 43:18-19 nos dice:
“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.”
Este mensaje fue dado al pueblo de Israel en un momento de crisis, cuando enfrentaban el exilio y el dolor de sus propias decisiones. Pero Dios, en su fidelidad, no los abandonó. Les recordó que su amor no depende del mérito, sino de su carácter redentor.
La obra de Dios no es un simple retoque. Es una transformación radical. Como dice Apocalipsis 21:5:
“El que estaba sentado en el trono dijo: ‘Yo hago nuevas todas las cosas’”.
Esta declaración, hecha en una visión celestial, revela el corazón de Dios: Él no solo restaura lo que fue dañado, sino que crea algo completamente nuevo. En Cristo, no somos versiones mejoradas de lo que fuimos… somos nueva criatura (2 Corintios 5:17).
Dios quiere renovar todas las áreas de tu vida: tu mente, tus relaciones, tus emociones, tus sueños. No hay rincón que Él no pueda tocar con su gracia.
“No hay una sola área en la que tengas que arrastrar las consecuencias del pasado y en la que ya no tengas esperanza. Nuestro Dios es el Dios de milagros, y Él hace nuevas TODAS las cosas en nosotros.”
Esto incluye:
Renovación mental: Cambiar patrones de pensamiento negativos por la verdad de la Palabra.
Sanidad emocional: Restaurar heridas profundas con su amor.
Dirección espiritual: Guiarnos hacia propósitos eternos.
Cree en la Palabra: La fe es el canal por el cual recibimos lo nuevo que Dios quiere hacer.
Suelta el pasado: No puedes avanzar si estás atado a lo que fue. El perdón y la gracia te liberan.
Permite que el Espíritu Santo te transforme: Él es quien produce el cambio desde adentro.
Proclama las promesas de Dios: Habla vida sobre tus circunstancias. La Palabra tiene poder.
No necesitas esperar una señal sobrenatural. El mismo Dios que habló a Isaías, que transformó a Pablo, que restauró a Israel… te llama hoy. Él quiere hacer algo nuevo en ti. No una mejora temporal, sino una transformación eterna.
Así que no mires atrás. No te detengas en lo que fue. Mira a Cristo… y ve hacia adelante.
Porque cuando Dios hace algo nuevo, todo cambia.
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