Un hombre fue a ver a un doctor porque no podía dormir, sus nervios estaban destrozados. El médico, después de examinarlo y no encontrar ningún mal, le preguntó: “¿Hay algo que oculta en su conciencia?” El hombre se puso furioso y replicó: – Yo vine a su consultorio para que me diera un tratamiento médico y no para confesarme. Pero al día siguiente volvió y dijo: – Usted tiene razón; hay algo en mi conciencia. Nuestro padre murió y nos dejó una herencia nombrándome albacea; yo me quedé con la parte que le correspondía a mi hermano, se la robé. El doctor insistió en que se comunicara con su hermano confesándole su mala acción. Una vez que siguió el consejo, estrechó la mano del doctor y le dijo: – Gracias a Dios que he descansado de mi carga. Desde aquella hora se sintió bien. El tener cosas pendientes o el haber hecho algo en contra de nuestro prójimo tiende a quitarnos la paz, se convierte en una carga difícil de llevar y que cada día nos asfixia más. Por eso mismo, en Efesios 4:26-27 encontramos un gran consejo: “Además, «no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados, porque el enojo da lugar al diablo”. (NTV) No se trata de no molestarnos por alguna circunstancia, pero lo importante es no dejar que ese enojo crezca para no llegar a hacer cosas con las cuales podamos dañar a los demás. Y lo mismo sucede cuando cometemos una falta contra los demás, el momento en el que nos percatamos de ese error debemos ir hasta la persona afectada y pedir perdón, de esa manera viviremos en paz y seremos bendecidos. “Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos”. Santiago 5:16 (NTV) ¿Quieres que tus oraciones sean escuchadas y vivir una vida plena, llena de paz? No esperes más, pide perdón a Dios y a la persona afectada; si tú has sido dañado por alguien, perdona y sé libre.
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