Basado en 2 Corintios 3:3
En un mundo saturado de palabras, imágenes y mensajes, hay una forma de comunicación que trasciende lo visible: la vida misma. Hoy quiero invitarte a mirar tu existencia como una carta… sí, una carta escrita por Cristo. No con tinta ni sobre papel, sino grabada por el Espíritu Santo en lo más profundo del corazón. ¿Qué mensaje estás transmitiendo? ¿Qué versículos pueden leer los demás en ti?
El apóstol Pablo, en su segunda carta a los Corintios, nos deja una imagen poderosa:
“Siendo manifiesto que sois carta de Cristo… escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (2 Corintios 3:3)
Cada creyente es una epístola viva. No redactada por manos humanas, sino por el Espíritu que inspiró las Escrituras y que ahora las aplica en nuestro interior. Somos cartas que caminan, que hablan, que consuelan, que enseñan. Somos una Biblia abierta que otros pueden leer… incluso sin abrir una Biblia física.
Esta verdad nos llama a una profunda reflexión: ¿Qué leen los demás en nosotros? ¿Qué versículos se reflejan en nuestras acciones, nuestras palabras, nuestras decisiones?
Cuando pensamos en las epístolas del Nuevo Testamento, como la carta a los Romanos, encontramos palabras de salvación por la fe, de gozo en la comunión con Dios, de transformación del entendimiento, de amor genuino entre hermanos. Esa carta, escrita hace siglos, debería reflejarse hoy en nuestras vidas.
Pablo afirma que somos cartas “conocidas y leídas por todos los hombres”. No hay anonimato en el Reino. Cada gesto, cada respuesta, cada silencio… comunica algo. Nuestra vida es un mensaje constante, y aunque no siempre seamos conscientes, estamos siendo observados, interpretados, leídos.
Y si Cristo quisiera enviar hoy una carta a alguien que está sufriendo, ¿cómo lo haría? A través de ti. Si quisiera consolar a un enfermo, animar a un corazón quebrado, o llamar a un alma perdida… lo haría usando tu vida como papel, y tu testimonio como tinta.
Por eso, no puede haber discrepancias entre lo que dice la Palabra y lo que expresa nuestra vida. Que nunca lean en nosotros un texto diferente al declarado por Dios. Que nuestras acciones no contradigan el mensaje de gracia, verdad y amor que proclamamos.
Ser una carta de Cristo implica responsabilidad, pero también privilegio. Es ser portador de un mensaje eterno, relevante, transformador. Es permitir que el Espíritu Santo escriba en nosotros cada día, corrigiendo, inspirando, guiando.
Hoy te invito a hacerte esta pregunta: ¿Qué versículos pueden ver en ti? ¿Son textos de justicia, sí… pero también de amor, de misericordia, de gracia en medio de la crisis? ¿Pueden otros leer en tu vida la paz de Jesús en medio de la tormenta?
Que el Señor nos ayude a ser cartas vivas, legibles, transparentes. Que cada día seamos una Biblia abierta al mundo que necesita una palabra de salvación, de fe, de esperanza, de amor, de gracia y de misericordia.
Porque cuando Cristo escribe en nosotros… el mundo puede leerlo.
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