Cuentan que hace años tuvo lugar en una ciudad de Inglaterra un incendio que afectó a muchos hogares, ya que en aquellos tiempos las casas se construían exclusivamente de madera. En el piso superior de una de las casas incendiadas apareció un niño de unos seis años llorando con desesperación y gritando aterrorizado que subieran a salvarle. Pero era totalmente imposible, la escalera de la casa estaba destruida por el fuego, y las llamas que salían por las ventanas impedían apoyar una escalera de emergencia para ir en socorro del niño. El único recurso era que el pequeño se lanzara a través del humo y las llamas, ya que nada le ocurría en su rápido descenso, y manos cariñosas estaban prontas a impedir que su cuerpo chocara con el suelo. ¿Pero cómo persuadir a un niño de seis años a tal acto de heroísmo? Ante el silencio del público, impresionado por la escena, se levantó la voz del padre, ordenando y rogando al niño lanzarse sin temor y sin esperar un momento más. El niño titubeó diciendo: - ¡Papá! ¡Te oigo pero no te veo! ¿Dónde estás? - Aquí, ¡Hijo mío! Pronto a atraparte. Lánzate, no temas. - No veo más que humo, papá, no puedo verte. - No importa, lánzate enseguida. - Tengo miedo papá pero puesto que tú lo dices, me lanzo. ¡Sujétame! Así lo hizo el pequeño y unos instantes después estaba sano y salvo en los brazos de su padre. En muchas ocasiones estamos como el niño, atrapados entre los problemas y dificultades, sin poder ver lo que hay detrás de ellos. Sin embargo, es en esos momentos cuando necesitamos saltar creyendo que nuestro Padre está presto a atraparnos, que no permitirá que nos lastimemos. Dios ha prometido nunca abandonarnos y nos ha dejado muchas promesas que nos hablan de su cuidado y protección, recordándonos constantemente cuán importantes somos para Él y que somos como la niña de sus ojos. Existen ocasiones en las que no hay lugar para confiar en nuestras fuerzas o conocimientos, simplemente debemos creer en lo que Dios nos dice y dar un paso de fe, creyendo que Él está ahí presto a sostenernos. No esperes entender ni ver todo con tus ojos físicos para empezar a actuar, da un paso de fe. “La fe es la confianza de que en verdad sucederá lo que esperamos; es lo que nos da la certeza de las cosas que no podemos ver”. Hebreos 11:1 (NTV) Sin importar lo grandes que puedan ser los problemas o si no puedes ver una salida, camina con seguridad, confiando en que Dios está en control y cuida de ti.
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