Muchos asocian a los profetas con la habilidad de predecir el futuro, pero los profetas del Antiguo Testamento fueron personas comunes. Dios las usó para explicar la realidad del momento y las consecuencias de los comportamientos y, a través de Jeremías, nos dijo que no veremos cuando venga el bien.
Los mensajes que enviaba Dios a través de Jeremías no fueron de castigo. Al contrario, transmitió mensajes de esperanza. Y cuando advertía de las consecuencias no eran castigos de Él, sino para que supiéramos lo que ocurriría por nuestras decisiones. El castigo nos lo ponemos nosotros, no Dios.
Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.
Jeremías 17:5-6 (RVR 1960)
No perdamos nunca el enfoque de nuestro Dios. Que todo lo que hagamos le plazca y no nos olvidemos de darle prioridad porque la verdad es que no nos trae ningún beneficio alejarnos de Dios, darle la espalda, olvidarlo. Él no nos necesita. Pero nosotros sin Él somos nada.
Es la razón por la que debemos confiar en Dios de todo corazón. Siempre nos acompaña, nos da paz, nos ayuda a tomar mejores decisiones. Y no olvidemos que cuando hacemos lo que desagrada a Dios, nos perjudicamos. Las consecuencias las viviremos y no nos gustarán.
El Señor nos invita a Su presencia por medio de la oración. Allí encontraremos paz, esperanza y guía para que todo nos salga mejor. Tengamos claras nuestras bases, aquellas en las que nos apoyamos. Los mandamientos de Dios y la confianza, la fe en Su gran amor.
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