Basado en Salmo 66:10
Hay momentos en la vida en los que sentimos que estamos en medio del fuego. Las pruebas nos rodean, la presión parece insoportable, y nos preguntamos por qué Dios permite ciertas circunstancias. En esos momentos, es fácil pensar que estamos siendo castigados, que algo hemos hecho mal, o que Dios se ha alejado. Pero ¿y si ese fuego no fuera castigo… sino parte de un proceso divino?
El Salmo 66:10 nos ofrece una imagen poderosa: “Tú nos probaste, oh Dios; nos ensayaste como se afina la plata.” Este versículo no habla de castigo, sino de refinamiento. Nos invita a ver nuestras pruebas como parte de una obra mayor que Dios está realizando en nosotros.
La plata, cuando se extrae de la tierra, no tiene brillo. Está cubierta de escoria, de impurezas que la opacan. Para que se convierta en un metal precioso y reluciente, debe pasar por el fuego. Solo el refinador sabe cuánto calor aplicar, cuánto tiempo esperar, cuándo remover las impurezas… y cuándo su rostro se refleja en ella.
Así también obra Dios con nosotros. Nos prueba, no para saber cómo estamos—porque Él ya lo sabe—sino para que nosotros lo descubramos. Para que veamos lo que hay en nuestro corazón, lo que necesita ser transformado, lo que aún impide que Su imagen se refleje en nosotros.
La palabra hebrea para “probar” es bajan, que significa examinar, escudriñar, testear como se hace con los metales. Y “afinar” implica fundir, acrisolar, limpiar. Es un proceso que duele, pero que transforma.
Cada prueba que enfrentamos es una oportunidad para que el carácter de Cristo se forme en nosotros. Si abandonamos la fe en medio del crisol, fallamos el test. Pero Dios, en su misericordia, nos da nuevas oportunidades. Porque Él no busca destruirnos… sino perfeccionarnos.
El apóstol Pablo lo expresa con belleza en 2 Corintios 3:18: “Miramos al Señor con la cara descubierta para ser transformados de gloria en gloria.” Este proceso de transformación no ocurre en la comodidad, sino en el crisol. En el fuego. En la lucha. En la espera.
Quizás hoy estás pasando por una prueba severa. Tal vez no sabes cuándo terminará. Pero no te concentres solo en las circunstancias… concéntrate en el proceso. Dios ya preparó la salida. Y cuando el fuego haya cumplido su propósito, verás que no solo saliste más fuerte… saliste más parecido a Cristo.
El refinador está contigo. Él no te abandona en medio del fuego. Está observando, cuidando, esperando el momento exacto en que su imagen se refleje en ti. Y cuando eso ocurra, sabrá que estás listo.
Las pruebas no son el fin. Son el medio. Son el fuego que transforma la escoria en belleza, la debilidad en fortaleza, la fe superficial en convicción profunda. Que en cada prueba recuerdes que no estás solo. Que el fuego no es castigo… es proceso. Y que el Refinador está obrando en ti, con paciencia, con amor, y con propósito eterno.
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