En medio del ritmo acelerado de la vida, detenerse unos minutos puede ser un acto de sanidad. Respirar profundo y dejar que dos verdades poderosas hablen al corazón:
“Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás.” — Salmo 138:7
“El que se humilla, será enaltecido.” — Lucas 14:11
Dos frases que parecen venir de lugares distintos, pero que se encuentran en el mismo punto: la necesidad humana de ser sostenida, y la grandeza de quien se rinde para ser levantado.
David sabía lo que era vivir bajo presión. Las tensiones del enemigo, los conflictos familiares, las demandas del pueblo y las expectativas de los líderes lo rodeaban constantemente. Era un experto en angustias… pero también en confiar.
En medio de la tormenta, cuando todo parecía perdido, David no gritaba desesperado. Declaraba con fe:
“Tú me vivificarás.” — Salmo 138:7
La palabra hebrea usada aquí es kjaiá, que significa dar vida, revivir, reanimar, resucitar. Es lo que Dios hace cuando la angustia nos deja sin aliento. Cuando todo parece muerto, Él sopla vida nueva.
Y esa vivificación no llega por mérito, sino por actitud. Por una postura del alma que se rinde, que se humilla, que reconoce su necesidad.
Jesús lo enseñó con claridad:
“Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.” — Lucas 14:11
Lo dijo al observar cómo algunos buscaban los mejores lugares en una mesa. Y lo vivió en carne propia, cuando siendo Dios, se despojó de todo, tomó forma de siervo, y se humilló hasta la cruz:
“Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” — Filipenses 2:8
La humildad no es debilidad. Es fuerza contenida, sabiduría que sabe esperar, grandeza que no necesita aplausos. En esa humildad, Dios promete honra, gracia, alimento, atención… y vida.
Como dice Isaías:
“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.” — Isaías 57:15
La angustia nos lleva al suelo. La humildad nos enseña a quedarnos ahí… no como derrota, sino como semilla. Porque es en el humus, en la tierra donde todo parece perdido, que la vida comienza a brotar.
David fue vivificado porque se rindió. Jesús fue exaltado porque se humilló. Y tú… tú también puedes ser renovado, levantado, vivificado.
No por lo que haces, sino por cómo te entregas.
Así que si hoy estás cansado, angustiado, o simplemente buscando sentido… recuerda:
“Jehová está cerca de los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.” — Salmo 34:18
La vida no siempre se encuentra en la cima. A veces nace justo donde creías que todo había terminado.
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