Vivimos en una época marcada por la confusión. Las voces se multiplican, las verdades se relativizan, y la fe, en muchos corazones, parece desvanecerse. Las convicciones que antes eran firmes se diluyen ante la presión cultural, el desánimo espiritual y la indiferencia moral. En medio de este panorama, surge una pregunta que resuena con fuerza: ¿Quedará alguien fiel? ¿Seguirá brillando la luz en medio de tanta oscuridad?
La respuesta no se encuentra en estadísticas ni en tendencias sociales. Se encuentra en la Palabra eterna de Dios, que nos asegura que sí, hay un grupo de personas que no se rinden, que no se contaminan, que permanecen firmes: el remanente fiel.
El Salmo 12 nos ofrece una imagen clara del corazón de David ante la decadencia espiritual de su tiempo:
“Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; porque han desaparecido los fieles entre los hijos de los hombres.” (Salmo 12:1)
David no era ajeno a la frustración de ver cómo la fidelidad se desvanecía. Pero en medio de su clamor, también reconocía el poder preservador de Dios:
“Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces. Tú, Jehová, los guardarás; de esta generación los preservarás para siempre.” (Salmo 12:6-7)
Esta promesa no es solo para el pasado. Es una verdad que atraviesa generaciones. Dios no abandona a los suyos. Él guarda, purifica, y preserva con propósito.
La idea del remanente no es nueva. Está presente en toda la narrativa bíblica como un hilo de esperanza que conecta épocas de decadencia con momentos de restauración.
Elías, tras enfrentar la idolatría de Israel, pensó que estaba solo. Pero Dios le reveló:
Ezequías, rodeado por amenazas asirias, confió en Dios y vio Su mano actuar.
Isaías, Jeremías, Ezequiel y Josías vivieron tiempos de juicio, pero también fueron testigos de que Dios siempre guarda un pueblo para Sí.
En el Nuevo Testamento, Pablo reafirma esta verdad:
Este remanente no es numeroso, pero es poderoso. No es perfecto, pero es fiel. No busca reconocimiento, sino obediencia.
El remanente no se define por cantidad, sino por calidad espiritual. Son aquellos que:
Permanecen fieles a la Palabra, incluso cuando es impopular.
No se contaminan con la corriente del mundo.
Son sal y luz en medio de la oscuridad.
Viven con propósito, sabiendo que su testimonio impacta generaciones.
Dios no solo los preserva, sino que los capacita. Les da sabiduría, discernimiento, fortaleza y compasión para enseñar, predicar, aconsejar y exhortar. Son los pilares invisibles que sostienen la fe en tiempos de crisis.
Esta pregunta no busca exclusividad, sino reflexión. Si tu corazón arde por Dios, si tu fe permanece firme, si tu vida refleja obediencia… entonces sí, eres parte de ese remanente. Y eso significa que tu vida tiene propósito.
Tu fidelidad no es invisible. Tu testimonio es semilla. Tu perseverancia es luz en medio de la oscuridad.
Hoy, más que nunca, el mundo necesita ver que:
Aún hay luz que brilla en medio de la oscuridad.
Aún hay verdad que no se negocia.
Aún hay esperanza que no se extingue.
Y esa esperanza se encarna en ti, en mí, en todos los que hemos sido preservados por Dios con propósito.
Que este día te recuerde que no estás solo. Dios te ha preservado con propósito. Y mientras seas sal y luz, la bondad no desaparecerá de la tierra.
Sigue firme. Sigue fiel. Porque tú… eres parte del remanente.
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