En medio del ritmo acelerado de la vida, hoy quiero invitarte a detenerte un momento. A respirar hondo. Y a escuchar una verdad que puede sostenerte en medio de cualquier tormenta: La importancia de perseverar en la Palabra de Dios.
Este devocional nos lleva a meditar en tres aspectos esenciales: Lo que el apóstol Juan nos advierte, El peligro de adelantarnos a lo que Dios ha establecido, Y una invitación a caminar con obediencia y sensibilidad espiritual.
“Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.” – 2 Juan 1:9
Estas palabras no son suaves. Son firmes. Son urgentes. El apóstol Juan, ya anciano, había visto cómo la iglesia comenzaba a desviarse. La tercera generación de creyentes —aquellos nacidos después del fuego de Pentecostés— empezaba a abandonar las enseñanzas puras de la Palabra.
Con amor pero con firmeza, Juan declara: “Si alguien se extravía de la doctrina, no tiene a Dios.”
La palabra “extraviar” en griego es proago, que significa “adelantarse”, “ir más allá”. No se trata solo de retroceder o perderse… Se trata de traspasar los límites que Dios ha establecido.
Recuerdo una escena de mi infancia. Volvíamos de un campamento y vimos los restos de un accidente automovilístico. Al día siguiente, supimos la causa: Uno de los vehículos intentó adelantar de forma ilegal. No respetó su carril. No esperó el momento correcto. Y las consecuencias fueron trágicas.
Así también en la vida cristiana. La impaciencia, el deseo de obtener lo que queremos sin esperar el tiempo de Dios, puede llevarnos a tomar decisiones que lamentaremos. Cuando nos adelantamos a lo que Él ha establecido, nos extraviamos. Y como dice Juan, quien actúa así… ya no tiene a Dios.
Fidelidad. Obediencia. Sensibilidad a Su Espíritu. Dios no nos pide perfección, pero sí entrega. Nos ha dado Su Palabra como guía, y Su Espíritu como fuerza. Pero debemos elegir cada día caminar en obediencia, aunque el camino parezca lento, aunque las respuestas tarden, aunque el mundo nos empuje a correr.
Hoy, quizás estés enfrentando decisiones difíciles. Tal vez sientas la tentación de adelantarte, de forzar las circunstancias, de buscar atajos. Pero recuerda: El camino de Dios no necesita ser acelerado. Solo necesita ser obedecido.
Perseverar en la Palabra es permanecer en Él. Y quien permanece… Tiene al Padre. Tiene al Hijo. Tiene vida.
Así que hoy, no corras. No te adelantes. Camina con Dios. Y verás que Su tiempo siempre es perfecto.
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