Texto base: Juan 16:32 "He aquí, la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo."
Jesús pronunció estas palabras justo antes de ser arrestado. Sabía que sus discípulos lo abandonarían. Sabía que enfrentaría la cruz sin defensa humana. Y sin embargo, no se quebró. Su seguridad no estaba en la compañía de hombres, sino en la presencia constante del Padre.
Este momento revela una verdad profunda: la soledad no siempre significa abandono. Jesús estaba solo físicamente, pero espiritualmente sostenido. Su comunión con el Padre era inquebrantable.
Isaías 53:3 — “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto…” Jesús conoció el rechazo, la traición y el abandono. Pero nunca perdió la conexión con el Padre.
Todos enfrentamos momentos en que sentimos que nadie nos entiende, que estamos aislados, que nuestras cargas son invisibles para los demás. Pero en esos momentos, podemos recordar que Jesús también caminó por ese valle.
Salmo 27:10 — “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá.” Hebreos 4:15 — “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades…”
Jesús no solo entiende nuestra soledad: la redimió. La transformó en un lugar de encuentro con Dios.
Jesús dijo: “No estoy solo, porque el Padre está conmigo.” Esa declaración es más que consuelo: es una convicción. Nos enseña que la presencia de Dios no depende de nuestras emociones, sino de su fidelidad.
Salmo 139:7–10 — “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?... Aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.” Mateo 28:20 — “…yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
Dios no abandona. Su presencia es constante, incluso cuando no la sentimos.
La soledad puede ser un espacio de revelación. Jesús, en Getsemaní, oró solo. En la cruz, clamó solo. Pero en cada paso, el Padre estaba con Él. Y esa misma compañía está disponible para nosotros.
Romanos 8:38–39 — “Nada nos podrá separar del amor de Dios…” Deuteronomio 31:6 — “No temas ni desmayes… porque Jehová tu Dios va contigo; no te dejará, ni te desamparará.”
Si hoy te sientes solo, recuerda: Jesús también lo estuvo. Pero no fue vencido por la soledad. Fue sostenido por el Padre. Y tú también puedes serlo.
Haz tuyas sus palabras: “No estoy solo, porque el Padre está conmigo.”
Que esta verdad te abrace, te levante y te sostenga. Porque aunque el mundo se disperse… Dios permanece.
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