Un mensaje de fe basado en Josué 10
¿Alguna vez te has sentido rodeado por problemas, como si varios enemigos se levantaran al mismo tiempo contra ti? Tal vez no sean reyes ni ejércitos, pero sí preocupaciones, enfermedades, deudas, conflictos familiares o temores internos. En esos momentos, cuando todo parece estar en tu contra, es vital recordar quién pelea por ti.
La historia de Josué en el capítulo 10 del Antiguo Testamento nos ofrece una poderosa lección de fe, valentía y confianza en el poder de Dios. Es un recordatorio de que, aunque el enemigo se multiplique, Dios sigue siendo más grande.
En Josué 10:8 leemos una promesa directa y poderosa: “Y Jehová dijo a Josué: No tengas temor de ellos; porque yo los he entregado en tu mano, y ninguno de ellos prevalecerá delante de ti.”
Josué no enfrentaba a un solo enemigo. ¡Eran cinco reyes poderosos que se habían aliado contra él! Eran hombres con experiencia militar, conocedores del terreno y con estrategias bien definidas. A los ojos humanos, Josué parecía estar en desventaja. Pero él tenía algo que sus enemigos no: la presencia del Dios Todopoderoso.
Josué ya había sido testigo de milagros asombrosos. Había visto a Dios abrir el río Jordán, derribar las murallas de Jericó y entregar ciudades fortificadas en manos de Israel. Cada victoria era una evidencia del poder divino. Ahora, frente a esta nueva amenaza, Dios le recuerda: “Yo los he entregado en tu mano.”
No era una promesa futura, era una declaración presente. Dios ya había decidido el resultado. Josué solo debía caminar en fe.
Dios no se quedó en palabras. Intervino directamente en la batalla. La Biblia relata que:
Jehová los llenó de confusión (v.10), desorganizando sus estrategias.
Arrojó grandes piedras desde el cielo (v.11), causando más bajas que el propio ejército israelita.
Detuvo el sol por casi un día entero (v.13), prolongando la luz para asegurar la victoria.
¡Qué impresionante! Dios estaba diciendo: “Yo hago todo por ti.” No solo ayudó… se encargó de todo.
Uno de los detalles más impactantes de esta historia es que no hubo ni una sola baja en el ejército de Israel. Todos regresaron sanos y salvos. La Biblia dice: “Todo el pueblo volvió sano y salvo a Josué, al campamento en Maceda; no hubo quien moviese su lengua contra ninguno de los hijos de Israel.” (v.21)
Cuando Dios pelea por ti, no solo te da la victoria, sino que te guarda en el proceso. No sales herido, no sales derrotado, no sales avergonzado. Sales fortalecido.
Después de la victoria, Josué reunió a los líderes del pueblo y les dio una lección visual de autoridad. Les pidió que pusieran sus pies sobre los cuellos de los reyes vencidos y les dijo: “No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis.” (v.25)
Era una declaración profética: lo que Dios hizo con esos cinco reyes, lo haría con cualquier enemigo que se levantara contra ellos.
Querido lector, ¿te sientes atacado espiritualmente? ¿Sientes que el enemigo se ha levantado con fuerza contra ti? Tal vez no sean reyes, pero sí pensamientos de derrota, enfermedades, temores, o situaciones que parecen imposibles de vencer.
Recuerda lo que dice Romanos 16:20: “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies.”
Nuestra lucha no es contra personas, sino contra fuerzas espirituales del mal. Pero no estamos solos. El mismo Dios que peleó por Josué, pelea por ti.
No temas. No te intimides. Ese enemigo interno que te debilita, esa voz que te dice que no puedes, ese temor que te paraliza… no prevalecerá. Porque el Poderoso Gigante pelea por ti.
Como con Josué, Dios te dice hoy: “Yo los he entregado en tu mano. Nadie prevalecerá contra ti.”
Confía. Camina con fe. Y nunca olvides: ¡Dios pelea tus batallas!
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