En la travesía de la vida, todos atravesamos diferentes estaciones: momentos de luz y oscuridad, de alegría y de prueba. Pero hay una verdad que nos sostiene cuando todo parece temblar: nuestra vida está en manos de un Dios fiel.
El Salmo 31:15 nos revela esta esperanza: “En tu mano están mis tiempos”. David pronunció estas palabras en medio de angustia y persecución. Y aunque sus circunstancias eran adversas, no dejó que el temor lo gobernara. En lugar de eso, se aferró a la seguridad de que su historia estaba guiada por el Creador.
La palabra hebrea para “tiempo” —et— no se refiere simplemente a minutos u horas. Habla de épocas completas, de las estaciones que definen nuestras historias. Esto nos enseña que no solo nuestros momentos aislados están en manos de Dios, sino todo el desarrollo de nuestra vida, desde el inicio hasta el final.
En la escasez, Dios nos enseña dependencia. Son tiempos que nos forman, que nos quiebran para reconstruirnos con una base más sólida. En la abundancia, el aprendizaje no se detiene: aprendemos a administrar, a compartir, y a recordar que todo lo que recibimos es fruto de Su gracia, no de nuestra fuerza.
El apóstol Pablo expresó esta sabiduría espiritual cuando escribió en Filipenses 4:12–13: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia... Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Este pasaje nos recuerda que el verdadero contentamiento proviene de la conexión con Cristo, no de las circunstancias externas.
Dios no desperdicia ninguna temporada. Cada una es una aula de crecimiento:
En el invierno espiritual, Él planta raíces profundas.
En la primavera, florecen nuevas esperanzas.
En el verano, se fortalecen los frutos de la fe.
Y en el otoño, aprendemos a soltar y confiar.
Hoy, haz una pausa y pregúntate: ¿Qué tipo de temporada estás viviendo? ¿Es una etapa de duelo, de espera, de renacimiento? Sea cual sea, recuerda esta verdad: no estás solo. El mismo Dios que sostuvo a David y a Pablo también te sostiene a ti.
Tal vez no entiendas el “por qué” de esta etapa, pero puedes confiar en el “para qué”. En sus manos, todo tiene propósito. No hay dolor que Él no pueda redimir, ni ciclo que no pueda usar para tu formación y bendición.
Así que hoy, te invito a hacer una entrega consciente: coloca tus tiempos en las manos del Señor. No te aferres al control, aférrate a Su carácter. Porque aunque tú y tus circunstancias cambien… Dios permanece. Grande es Su fidelidad, y eterna es Su presencia.
MIRA NUESTRA ACTIVIDAD EN LAS REDES SOCIALES