Todo ser humano tiene luchas, y no necesariamente son luchas físicas, sino las espirituales. Aunque muchas veces ignoramos o pasamos de largo que hay un ambiente espiritual, este está presente y que debemos batallar con él.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Efesios 6:12 (RVR 1960)
Tenemos enemigos espirituales que tienen como objetivo derribar nuestra confianza y fe en Cristo. Pero no debemos temer porque nada nos podrá separar del amor de Dios (Romanos 8:38) y Cristo ya venció a todo principado y potestad (Colosenses 2:15).
La obediencia en humildad son imprescindibles para la destrucción de fortalezas
¿Qué necesitamos para la destrucción de fortalezas? El Apóstol Pablo aseguraba que nuestras armas no son las carnales, es decir el engaño, la manipulación, el poder, la mentira, y todo lo que podemos usar humanamente, incluso las armas. Sin embargo, daba su confianza en las armas poderosas en Dios.
porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
2 Corintios 10:4 (RVR 1960)
En Efesios 6 explica cuál son esas armas: el cinto de la verdad, la coraza de justicia, escudo de la fe, el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu.
Dios nos dio un equipo completo para la batalla, para la destrucción de fortalezas (malos pensamientos que contradicen el conocimiento de Dios) y si nuestra confianza no está en él, no podemos vencer.
Jesús no peleó con armas carnales, sino con armas espirituales, es así que obtuvo nuestra salvación. Su obediencia en humildad al Padre fue la que le dio victoria.
el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Filipenses 2:6-8 (RVR 1960)
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