Christian Herald cuenta una historia acerca de un joven que atendiendo a un anuncio se presentó en una ladrillera que ofrecía trabajo. – ¿Cuánto paga? – preguntó el muchacho. – Diez pesos por semana y alimentos – respondió el hombre. – ¿Qué clase de alimentos? – inquirió el muchacho. – Bueno- Balbuceó el corpulento fabricante con buen humor- son los que yo como. – Deme el empleo- se apresuró a decir el joven sonriendo, mientras miraba atentamente al gran hombre. Puede sonar gracioso el hecho de que haya sido la apariencia del fabricante de ladrillos lo que convenció al joven para pedir el puesto, pero sin duda alguna, la gente seguía más por lo que ve, por lo que hacemos y somos que por lo que decimos. Nuestras vidas deben ser un ejemplo del amor y el poder transformador de Dios, debemos reflejar en cada acto que somos verdaderos discípulos de Jesús. Sin duda alguna no es fácil ser como Él pero no llegaremos muy lejos ni alcanzaremos vidas si nos dedicamos solamente a hablar. “Y sé tú mismo un ejemplo para ellos al hacer todo tipo de buenas acciones. Que todo lo que hagas refleje la integridad y la seriedad de tu enseñanza. Enseña la verdad, para que no puedan criticar tu enseñanza. Entonces los que se nos oponen quedarán avergonzados y no tendrán nada malo que decir de nosotros”. Tito 2:7,8 (NTV) Que nadie tenga nada que reprocharte, ni ninguna cosa mala que decir acerca de tu vida y conducta, por el contrario, procura que te conozcan como una persona recta, sabia, digna de ser imitada. Nuestros actos hablan más alto que nuestras palabras, al punto de poder callarlas. Procura que tus actos y palabras digan lo mismo, que tu vida sea una demostración práctica de tu fe, que la gente al verte busque ser como tú, anhele la vida que tienes y el gozo que muestras pese a las adversidades.
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