Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, al comer del árbol prohibido, su primer pensamiento y reacción fue esconderse. “Cuando soplaba la brisa fresca de la tarde, el hombre y su esposa oyeron al Señor Dios caminando por el huerto. Así que se escondieron del Señor Dios entre los árboles” Génesis 3:8 (NVT) Cuando cometemos algún error la primer opción que se nos viene a la mente es esconder las evidencias de nuestra falla o peor aún tratamos de ocultarnos de los demás y de Dios por tristeza, vergüenza o para no asumir nuestra responsabilidad. Quizás escondernos sea la salida más fácil cuando cometemos un pecado, pero no podemos pensar y engañarnos creyendo que nos haremos invisibles ante Dios y que es posible esconder nuestras fallas. Sabemos que uno de los atributos de Dios es que es “Omnipresente” es decir que está en todo lugar y nada pasa desapercibido ante sus ojos. No podremos ocultarnos para siempre porque el amor de Dios nos alcanzará, donde quiera que vayamos; nos buscará pero no lo hará para condenarnos sino para darnos la oportunidad de arrepentirnos y ser restaurados. “Si subo al cielo, allí estás tú; si desciendo a la tumba a la tumba, allí estás tú” Salmos 139:8 Quizás tienes muchas cosas que deseas esconder para no sentirte culpable o avergonzado ante los demás y ante Dios mismo, pero recuerda esta gran verdad “No puedes huir de la presencia de Dios” No sigas viviendo con la vergüenza y el temor que no te dejan levantar tu mirada y caminar con esperanza, Él está ahí aunque no lo veas ni lo sientas, su presencia siempre estará contigo.
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