Hay palabras que sanan… y palabras que envenenan. Hay miradas que abrazan… y otras que hieren sin tocar.
Vivimos en un mundo donde la toxicidad espiritual puede infiltrarse de manera silenciosa pero poderosa. Se esconde en palabras malintencionadas, en corazones llenos de rencor, en actitudes que contaminan el alma. El salmista David lo expresó con claridad en el Salmo 140:
“Aguzaron su lengua como la serpiente; veneno de áspid hay debajo de sus labios…”
¿Alguna vez has sentido que una palabra te hirió más que un golpe? ¿Que una mirada o un gesto te dejó una marca invisible pero profunda? Este devocional busca ayudarte a identificar esas heridas, proteger tu corazón y permitir que Dios te guarde de todo mal.
Una persona tóxica no siempre grita ni golpea. A veces, su arma más poderosa es la lengua. David lo sabía bien. El “veneno de áspid” bajo los labios representa el daño que puede causar una palabra mal dicha, una calumnia, un chisme, una crítica disfrazada de consejo.
Estas personas han acumulado por años resentimiento, amargura y furia. Como quien convive con humo sin darse cuenta, han perdido la noción del daño que respiran… y del que exhalan.
Pero hay esperanza.
David no se quedó en la queja. Fue a Dios. Le pidió ser guardado.
La palabra hebrea shamár significa “cercar alrededor, proteger, cuidar, conservar, custodiar, preservar, vigilar”. No es solo un escudo. Es un abrazo divino que rodea el corazón.
La Biblia nos exhorta:
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:23)
El corazón es fuente de vida, pero también puede convertirse en puerta de entrada al veneno si no lo protegemos. ¿Cómo hacerlo?
Poniendo límites.
Deteniendo las palabras que buscan contaminar.
No participando en conversaciones que destruyen.
No devolviendo ofensa por ofensa.
“La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa.” (Proverbios 19:11)
Dios promete darnos sabiduría para discernir y actuar con justicia:
“El hipócrita con la boca daña a su prójimo; mas los justos son librados con la sabiduría.” (Proverbios 11:9)
Si alguna palabra ha logrado inyectar veneno en tu corazón… Si alguna mirada, algún gesto, alguna traición te dejó herido…
Ve al Médico Amado. Él tiene el antídoto perfecto.
“Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza.” (Jeremías 17:14)
No estás solo. Dios no solo te guarda del mal… también restaura lo que fue dañado.
Hoy, pídele que cercque tu corazón, que lo preserve, que lo vigile. Y que te dé sabiduría para hablar vida, para poner límites, para caminar en paz.
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