En la vida hay momentos en los que todo parece derrumbarse. El entorno se vuelve hostil, el silencio pesa, y nuestras oraciones parecen no alcanzar el cielo. En medio de esa oscuridad, surge una pregunta que atraviesa el alma: ¿Dios está cerca? ¿Nos escucha?
Este devocional se inspira en la experiencia del profeta Jeremías, relatada en Lamentaciones 3:57-58. Su historia nos recuerda que, incluso en los días más sombríos, la luz de Dios se hace presente.
Jeremías no fue un profeta cualquiera. Le tocó anunciar la caída de Jerusalén, advertir al pueblo sobre su pecado y enfrentar el rechazo de quienes no querían escuchar. Fue perseguido, maltratado y arrojado a una cisterna para morir. Su vida se convirtió en símbolo del dolor profético.
Pero en medio de las ruinas, Jeremías clamó al Señor. Y recibió una respuesta directa:
“Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas. Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida.” — Lamentaciones 3:57-58
Dios no lo dejó solo. Se acercó. Lo consoló. Lo defendió. Lo redimió. No lo rescató de la dificultad de inmediato, pero le dio la certeza de su presencia. Le dijo: “No temas”. Dos palabras que tienen un peso eterno. Son el eco de un Dios que sigue al mando, incluso cuando el mundo parece colapsar.
Jeremías fue testigo del poder divino en medio de la adversidad. Dios se convirtió en su abogado defensor. Cada injusticia que sufrió, cada burla, cada intento de silenciarlo… no fue ignorado por el cielo.
Cuando lo lanzaron a la cisterna, Dios movilizó a quienes temían su nombre, y lo sacaron de allí. Redimió su vida cuando parecía condenada.
Como levita, Jeremías conocía bien las Escrituras. En su corazón resonaban los salmos:
“Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás.” — Salmo 50:15
Ese mismo Dios sigue activo hoy. Escucha el clamor de los afligidos, defiende a los inocentes, restaura al quebrantado. No estamos solos. No estamos olvidados. Cada oración tiene eco en el cielo.
Tal vez hoy te sientas como Jeremías: rodeado de ruinas, incomprendido, sin respuesta clara. Pero lo cierto es que Dios se acerca el día que le invocas. No hay distancia que impida su consuelo, ni cisterna que limite su poder.
Él defiende tu causa, redime tu alma, y te dice: “No temas”.
Hoy, clama a Él. Permite que esta palabra sea tu fortaleza. Y honra su nombre, como lo hizo Jeremías, en medio del dolor… pero bajo la paz que solo Dios puede dar.
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